sábado, 7 de diciembre de 2019

Recuperar el tiempo perdido

Dice un buen amigo que ahora le toca "recuperar el tiempo perdido". Comparte conmigo sus planes en busca de complicidad y me coloca ante una compleja disyuntiva, porque es bien sabido que a los amigos hay que decirles siempre la verdad por dolorosa que resulte, pero también hay momentos en los que la amistad nos obliga a aplicar un tratamiento de choque a base de mentiras piadosas, al menos hasta que baje la inflamación provocada por una crisis existencial aguda.
Por eso he preferido no decirle que no debería perder el tiempo tratando de recuperar el tiempo perdido. Tampoco le he contado que el intento de recuperar el tiempo perdido es una aspiración tan legítima como absurda. Un objetivo aparentemente lógico pero de imposible cumplimiento y, casi siempre, el camino directo hacia la melancolía.
Podemos recuperar el instinto goleador si alguna vez lo tuvimos o la pelota que se nos coló en el balcón del vecino mientras jugábamos en el patio. Podemos recuperar, con la ayuda de los bomberos, al gato que se encaramó en la rama más alta del árbol. Podemos recuperar el aliento cuando llegamos al descansillo del quinto y, con mucho sacrificio, tal vez podamos recuperar alguna vez nuestro peso ideal. Por poder, hasta se pueden recuperar -se han dado casos- las ganas de amar y de vivir después de haber tocado fondo. Pero el tiempo no. No podemos recuperar el tiempo perdido. El tiempo consumido ya no se puede reponer. El depósito de tiempo con el que emprendemos el viaje no es recargable, lo vamos gastando minuto a minuto. Y aunque se lo haya prometido a mi amigo, no es cierto que tenga aparcado en la puerta el DeLorean de Doc Brown.
El caso de mi amigo es un buen ejemplo de ello. Tratar de recuperar el tiempo perdido es, casi siempre, la respuesta al fracaso en el que nos adentramos por culpa de una mala decisión, o de unas cuantas. Un inútil intento por volver al punto exacto en el que decidimos subirnos a un tren que nos llevó a un destino equivocado. Pretendemos volver al mismo anden pero será otro el tren al que podremos subirnos o dejar pasar.
Podemos volver a la Universidad y descubrir ahora el placer de estudiar, sin más pretensión que descubrir nuevos mundos, sin agobios ni presiones por el futuro que depende de unas notas, pero no podemos volver a los 21 ni será la chica de ayer la que esté sentada en el pupitre de al lado. Podemos recorrer el mismo camino y hasta volver a tropezar en la misma piedra, pero las hojas de los árboles serán otras. Es posible que la vida se nos brinde en cueros y nos regale mil oportunidades más, pero serán otras oportunidades. Los besos que no dimos ya murieron en labios ajenos.
El tiempo que fuimos es la huella que dejamos al pasar, la historia que no podemos reescribir por más que adornemos el relato en el libro de memorias, el mejor aval para tratar de aprovechar -desde este mismo instante- el único tiempo que existe, el que tenemos por delante. Si encuentro la manera de hacerlo, le explicaré a mi amigo que deberíamos afrontar el reto sabiendo, como sabemos, que no tenemos ni idea de la fecha de caducidad que llevamos grabada en el cogote.

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2 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo. Caminamos hacia el futuro, y el tiempo pasado, pasado es. Lo único que podemos llevarnos es la experiencia de los errores cometidos, para intentar no volverlos a repetir.

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  2. Nunca el tiempo es perdido...siempre hay algo que ese tiempo nos deja: alegrías, penas, recuerdos, experiencias, y siempre aprendizajes. Recuperar tiempo no se puede, pero si personas. Un besazoooo

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