domingo, 12 de junio de 2016

Las lágrimas de Pablo

Cientos de seguidores dedicaban el último aliento a desahogar su tristeza con cánticos de gratitud a los futbolistas que acababan de caer eliminados en Alicante. Desde la grada más alta del Rico Pérez se trenzaba una comunión poco usual entre un equipo y su afición, ese reconocimiento a unos jugadores que además de entrega y esfuerzo han sembrado ilusión a base de fútbol. Reconocimiento recíproco porque los futbolistas devolvían el aplauso y la gratitud hacia su gente desde el césped.
Ajeno a la escena, Pablo  -con el 11 en la espalda y el nombre grabado en su camiseta verde- envolvía las lágrimas acurrucado en su asiento. Equipo y afición se consolaban mutuamente desde la tribuna y el terreno de juego, pero Pablo no podía dejar de llorar, tapándose la cara con los brazos y con la cabeza metida entre las rodillas. En su mentalidad infantil no cabía explicación para la crueldad con la que el fútbol ha tratado al Toledo en esta eliminatoria. Porque había hecho muchos kilómetros para estar ahí arriba, en esa tribuna de ese enorme estadio, porque lució con orgullo su camiseta por las calles de Alicante, porque vio como su equipo reaccionaba ante la adversidad, porque coreó todos los cánticos como el primero, porque hay sueños que se cumplen y Pablo acariciaba el suyo.
Quiero pensar que en el viaje de regreso el cansancio y la tensión acumulada se apoderó de Pablo, se quedó dormido y en sus sueños el disparo de Esnaider acababa en la red. En el sueño de Pablo el Toledo marcaba el tercero y culminaba la remontada -lo merecía- en Alicante.
El fútbol es un fenómeno que solo pueden entender los que conocen el sabor de las lágrimas de Pablo. El fútbol es también esa lección que Pablo no olvidará; es un juego en el que no siempre gana el mejor, pero también permite que haya derrotas o eliminaciones que hacen más fuertes los lazos entre un Club y su afición. Seguro que ahora Pablo no lo sabe, pero en sus lágrimas está la base más sólida del Toledo y el toledanismo del futuro.
Algún día, cuando el sueño se cumpla -porque acabará por cumplirse- recordará la emoción y la amargura de aquella noche calurosa en Alicante y entonces, ese momento, será aún más gratificante para Pablo.