martes, 25 de abril de 2017

Para septiembre

No aprenderemos, no es verdad. Hay asignaturas que siempre dejamos para septiembre y exámenes en los que nunca pasaremos del cinco raspado aunque creamos conocer al dedillo la lección.
Siempre son otros los que resultan asaltados a traición por un golpe del destino. En algunos casos, la conmoción es más cercana y nos recuerda hasta que punto son intrascendentes tantos desvelos cotidianos, hasta que punto son sustanciales todos esos detalles -también cotidianos- que relegamos a la categoría de secundarios.

Por momentos, entendemos la fragilidad de los cimientos sobre los que se asientan las más firmes convicciones, reparamos por un instante en la finísima línea que separa el todo de la nada y constatamos que no hay nada más permanente e inamovible que la provisionalidad de las cosas.
Luego llega la noche, nos acurrucamos con nuestras miserias y abrazamos los miedos que nunca sacamos de la mochila. Por la mañana, la inercia nos lleva a lanzarnos por ese sendero que nos permite sobrevivir; el camino que discurre paralelo -aunque a imprudente distancia- de ese otro, el de la vida misma, que aspiramos a recorrer algún día.