jueves, 31 de octubre de 2019

Paulino en "su" estadio

El fútbol no es lo más importante de la vida, pero la vida no sería lo mismo sin fútbol. Desde luego no lo sería en el caso de Paulino Lorenzo Martín (Toledo, 22/06/1935) cuya vida está ligada a su pasión por este deporte.
Un grupo de ex futbolistas de la tierra, con Carlos de Paz al frente,  han tenido la feliz idea de organizar un homenaje al que hace muchos años fue su entrenador. Fue un acto sencillo, pero también -pienso- un gesto de enorme grandeza si nos fijamos en el mensaje que querían transmitir.
El valor del evento no se puede medir sin tener en cuenta, por ejemplo, la mirada emocionada de Paulino desde que empezó a ser consciente de la sorpresa que le brindaban sus antiguos pupilos. Pero también en la no menos emocionante sensación compartida de ese grupo de 'veteranos' del Santa y del Toledo cuando recibieron al 'maestro' con una ovación en Venta de Aires y cuando formaron un pasillo sobre el césped de 'su' Salto de Caballo para que hiciera  el saque de honor.
Los entrenadores saben muy bien que el fútbol es de los futbolistas. Y también saben -sobre todo los que fueron jugadores antes de llegar al banquillo- que los futbolistas no son precisamente generosos en el juicio que hacen de los entrenadores. Motivos tienen para ello porque de sus decisiones depende jugar o no jugar, hacerlo en una posición o en otra, quedarse en el banquillo, ser reemplazado o incluso ver el partido desde la grada.
Foto. H.Fraile (ABC TOLEDO)

En el fútbol español pocos entrenadores han sabido ganarse al vestuario como lo hizo Luis Aragonés. Muy pocos han acaparado como él los elogios de los jugadores. Y menos aún son los que han logrado además ganarse el respeto, la admiración y el cariño de los futbolistas que han tenido a sus órdenes. Paulino Lorenzo es, sin duda, uno de ellos.
Y cuando algo tan excepcional sucede no se debe únicamente a las cualidades deportivas del técnico, a sus dotes como estratega en la pizarra, a la planificación de los partidos y de los entrenamientos, a la capacidad para estudiar a los rivales o para reaccionar ante las situaciones adversas en un encuentro que se tuerce. Esa huella de respeto, admiración y cariño tiene que ver con valores que no se aprenden ni se enseñan en una escuela de entrenadores; tiene que ver con la capacidad de administrar justicia o con la firmeza en la defensa de la caseta en los momentos más complicados. Tiene que ver con los valores humanos, con una dimensión personal que trasciende al banquillo y que crece incluso con el paso del tiempo, cuando los ecos de lo vivido nos permiten comparar la dimensión de las personas que se cruzan por cualquier circunstancia -incluido el fútbol- en nuestro camino.
El tiempo también nos enseña -nunca es tarde- que muchas veces somos incapaces de transmitir los sentimientos a las personas que tenemos más cerca. Seguro que lo había percibido muchas veces, pero desde el domingo Paulino es un poco más consciente del afecto sincero que sienten por él esos jugadores y, de paso, comprobó también desde ahí abajo el cariño de la afición del CD Toledo.
A Paulino no hay que explicarle lo ingrato que puede ser el fútbol. Nunca será compensado como merece por todas las horas que le ha dedicado, por los desvelos, preocupaciones y sinsabores que sin duda le tocó sufrir como inquilino de los banquillos. Pero ese grupo de 'veteranos' del Santa y del Toledo acaban de regalarle uno de los momentos más felices que el fútbol le ha brindado en estos primeros 84 años de vida.
Es toledano, es historia viva del fútbol toledano y es también (datos de Valentín de la Fuente) el entrenador que más veces se ha sentado en el banquillo del CD Toledo. Pero además la sencillez y la grandeza del acto del domingo responden con fidelidad a la figura deportiva y humana del personaje. Tal vez por eso, mientras escribía estas pocas lineas como humilde contribución al homenaje, me preguntaba si los toledanos y toledanistas verían con orgullo que su nombre quedase ligado para siempre a "su" Salto del Caballo. Personalmente, lo del Estadio Paulino Lorenzo me suena muy bien sobre todo pensando en el día -que llegará- en el que volvamos a contar desde ese lugar nuevas gestas históricas del CD Toledo.


martes, 22 de octubre de 2019

Septiembre

Cada noche recopilo las notas que voy tomando durante el día, las repaso, las ordeno y las agrupo por temas. Una vez archivadas convenientemente, las arrojo a la lumbre, recojo las cenizas y las echo al cajón del olvido.
Procuro tomar apuntes únicamente de las cuestiones que no puedo dejar de intentar borrar de mi mente antes de dormir, asuntos que se acumulan en las páginas en blanco del libro de memorias que nunca escribiré.
Aspiro a dejar en el tintero el capítulo de los secretos inconfesables, el de los sueños prohibidos y el de los abrazos rotos. Salvaré, si acaso, uno en el que debería confesar y a pedir perdón por todos los pecados, salvo los cometidos por amor y los carnales. Y dejó en el aire, al menos por ahora, otro en el que diré las cosas que nunca dije ni volveré a decir jamás por miedo al qué dirán.
Para todo lo demás, para los temas verdaderamente interesantes y sobre todo para los intrascendentes, me asomaré de vez en cuando por esta ventana bloguera con vistas al patio de luces. Lo bueno y lo malo de este espacio para el desahogo es que no tienes normas que cumplir, ni siquiera normas que incumplir. No hay más reglas que las que uno mismo se impone y en mi caso no hace falta confesar que soy poco exigente. La periodicidad mensual, por ejemplo, queda relegada a una mera declaración de intenciones de consumo interno. Sin ir más lejos, este año septiembre cae en pleno mes de octubre.
No está confirmado -ni siquiera es probable- que este septiembre del 19 haya corrido la misma suerte que el mes de abril que le robaron a Sabina en el 86. Lo cierto es que con el paréntesis dejamos escapar la posibilidad de glosar un nuevo curso, con sus buenos propósitos, con sus asignaturas pendientes y con la mochila cargada de suspiros. Dejamos pasar de largo las tormentas ocasionales y las lágrimas torrenciales que desatan los amores de verano cuando asoma el otoño en el horizonte.Dejamos cuentos y cuentas en el aire. Dejamos casi todo para mañana, sobre todo lo que podríamos hacer hoy.
Casi todo está dicho o tal vez queda casi todo por decir, aunque es lo de menos porque, en todo caso, no hay motivo para compromisos firmes. Lo único que puedo prometer -en este y otros quehaceres- es que seguiré incumpliendo las promesas.
Salvo que aparezca una razón muy poderosa o perdamos definitivamente la razón, el diario también seguirá en blanco. De hecho, reservo solo una gota de tinta para poner el punto y final a esta historia. Y si algún día -que no lo creo- los de Netflix se interesan por ella, solo exigiré que la serie comience con la segunda temporada.