domingo, 20 de septiembre de 2015

Toledo. Año 25

Lo bueno y lo malo de un blog es que apareces y desapareces, sin más. Te debes a tu tiempo, a tus tiempos, a la inspiración propia y la ajena. En fin, tampoco tienes que dar más explicaciones porque esto no deja de ser más que un desahogo ocasional. Pero tengo una razón muy importante para asomarme de nuevo a esta ventana. No todos los días se cumplen 25 años. Las bodas de plata a las que no llegué en otros ámbitos, las alcanzo estos días en mi condición de toledano.
Aquí llegué en el 90. Entonces no había blogs. En la redacción de La Voz del Tajo se trabajaba con máquinas de escribir y el fax nos parecía un ingenio espectacular. Por no haber, no había ni móviles. Pero existía el Salto del Caballo y el CD Toledo. Y existía la plaza de Zocódover, y las bombas del Trébol, y las madrugadas del Zaida, Marcos, Chico Lins, el Corpus, el carnaval, las fiestas del Polígono, la calle Ancha, los cobertizos, el Greco, el Valle.... Y existía el Trocadero, que fue mi primera casa.... Y estaban ellos, los TTV y los otros toledanos, los que -como yo- habían llegado para quedarse. Me niego a mencionar a alguno porque sería inevitable dejar fuera a unos cuantos.
Bueno, citaré a mi añorado Esteban porque gracias a él empecé a sentirme de Toledo, casi al mismo tiempo que me enseñaba a querer a la Radio en aquellos estudios de Antena 3 en la calle Comercio. Los dos amores perviven.
En el caso de Toledo no tiene mérito. Lo que me resulta incomprensible es llegar a esta ciudad y no enamorarse de ella.
No pudo presumir de TTV. Ni falta que me hace. No necesito renegar de mis orígenes para ser y sentirme de Toledo. Soy de aquí por decisión propia, por vocación, por devoción. Soy de Toledo porque quiero. Los de Toledo somos así.