jueves, 31 de diciembre de 2020

De lo escrito y los epílogos imposibles

Por mucho que me empeñase -no es el caso- sería incapaz de poner un epílogo a la altura de un año como este. Lo que había que decir ya está escrito y los silencios se han quedado en su sitio porque no tendría sentido convertirlos en otra cosa. 
No hace falta decir que este 2020 ha sido un año especial y/o excepcional para saber que tardaremos en asumir plenamente la huella que ha dejado en el mundo y en nuestro mundo este tiempo que tratamos de desentrañar y del que tal vez seamos capaces de extraer algunas enseñanzas de provecho.
A falta de mejores argumentos, tal vez proceda rescatar algunas pinceladas blogueras, aunque pueda parecer feo lo de citarse a uno mismo; al fin y al cabo nos pasamos la vida reescribiendo y dándole vueltas a las mismas historias. Siguiendo el rastro de ese poso que dejó por este territorio el año que vivimos peligrosamente, caes en la cuenta de que hay motivos para sentirse feliz por haber llegado hasta aquí. Hasta te puedes sorprender cuando lees ciertas cosas y descubres que lo dicho en enero parece cobrar una dimensión que ni siquiera imaginabas pero que tal vez tenga ahora todo el sentido.

Noviembre:
Toca ponerse serio para ganarle una sonrisa al destino por debajo de la mascarilla; toca ponerse las pilas y vacunarse contra la melancolía.
Ahora, después del punto y aparte, toca adentrarse en el nuevo párrafo para seguir con el relato. Toca escribir para contarlo. 
Octubre: 
Es posible que sea la ocasión para dejarme arrastrar por esa inspiración a la que solo damos rienda suelta en forma de exaltación de la amistad cuando alcanzamos la dosis adecuada de alcohol y nocturnidad
Septiembre:
No vendría a cuento distraernos con la melancolía, ni dejar que el miedo o la resignación ganen la batalla más importante que nos queda por librar, la del día a día. Y al menos de momento, queda demasiado lejos el invierno como para empezar a planear ese tiempo en el que tal vez la vida nos regale la oportunidad de acurrucarnos frente a la chimenea junto al amor de verano que llegó para quedarse.
Agosto:
Estoy aprendiendo a decir adiós cada vez que llego a un lugar para no tener que despedirme cuando decido marcharme. 
Ya casi nunca escribo entre líneas pero estoy tratando de aprender a leer los silencios
Con pasión las cosas pueden salir mal, pero sin pasión nunca estarán bien. 
Cuando me pongo más moñas de la cuenta me tomo un par de cucharadas de Jarabe de palo. Mano de santo.
Julio:
El caso es que este mes de julio nos ha hecho aún más expertos en pandemias y nos ha cargado la mochila con viejos y nuevos temores. Pero también nos ha permitido fabricar recuerdos que forman ya parte de las provisiones de las que podremos echar mano para sobrellevar mejor el próximo confinamiento.
Junio:
Se han quedado muchas lágrimas congeladas en las mejillas y demasiados abrazos atrapados en los cajones como para exigirnos ahora coherencia en lo que pensamos o sentimos y no sería de extrañar que entremos en la 'nueva realidad' con el pie cambiado o, peor aún, que nos peguemos de morros contra ella.
Mayo:
Estamos en ese punto de las cosas -de la vida digo- en el que es demasiado pronto para hacer balance y muy tarde para empezar de cero....
Los domingos de pandemia tienen sus cosas. Hasta tratan de hacerte creer que convivir con nuestros miedos y fantasmas forma parte de una nueva rutina. Nos ponen a prueba con dilemas y desafíos para los que no tenemos respuesta y menos aún si pretendemos que sea la respuesta adecuada.
Abril:
Estos domingos de primavera confinada y pandemia se sirven templados y desprenden un aroma entre dramático y surrealista. Tal vez algún día tendremos que asomarnos por este desván en el que vamos acumulando ideas desordenadas y pensamientos desaliñados para asegurarnos de que hubo domingos como este.
...poco a poco, estamos asumiendo que podemos sentirnos tristes a ratos sin que necesariamente tengamos que sentirnos culpables por ello. Sin que tengamos la sensación de estar robando una porción de tristeza que, en justicia, le corresponde a esas otras tragedias y situaciones angustiosas que ya todos conocemos.
Marzo:
Y en ese estado, las ideas y las palabras con las que tratamos de contarlo deambulan por cada frase de la misma manera que nuestros cuerpos se mueven como sombras asustadas por las calles desiertas. El miedo lo impregna todo y no hay manera de explicar lo inexplicable, no podemos sofocar los efectos de este mal sueño por más que tratemos de alcanzar el siguiente punto y aparte pensando que doblaremos la esquina y nos toparemos con la algarabía de una plaza repleta de vida.
Febrero:
En cualquier caso, y aún sabiendo que volveremos a equivocarnos, conviene perseverar en el intento para no privarnos de un vértigo emocional irresistible, de esas sensaciones que nos recuerdan que estamos vivos mientras transitamos por la finísima línea que separa el éxito del fracaso
Enero:
El almanaque nos brinda un buen argumento, o al menos una excusa, para no detenernos demasiado esta vez en el catálogo de esos buenos propósitos que ligamos al año en curso recién inaugurado. Pero a la vista de los giros inesperados que el guión nos tenía reservados en estos dos últimos lustros tampoco parece que tenga mucho sentido empeñarnos en colocar un destino fijo en el navegador. Sobre todo, sabiendo como sabemos, de nuestra natural tendencia a salirnos de la ruta marcada, a perdernos de todas todas. En todo caso, si a pesar de todo hemos encontrado la manera de llegar hasta aquí, tal vez no sea un mal punto de partida perseverar en el empeño de seguir haciendo camino.
Sea. 
FELIZ 2021