Avanza enero. Transitamos por ese territorio que discurre entre los polvorones y la dieta de la alcachofa y empieza a empinarse la cuesta por la que pensábamos adentrarnos para cumplir con ese catálogo de buenos propósitos anuales que nos planteamos con las uvas y que ni siquiera hemos terminado de confeccionar.
De hecho, deberíamos empezar por distinguir entre propósitos y desafíos para añadir un plus de competitividad -aunque sea con uno mismo- a esas cuestiones que terminan por hacer importantes las cosas que realmente importan.
Estaría bien empezar por distinguir unas y otras y, a ser posible, por separar las urgentes de las trascendentes. Pero a día de hoy y dejando de lado asuntos tan poco poéticos como el gimnasio, los idiomas o el tabaco, podemos ir esbozando un primer listado de tareas -provisional por supuesto- para ponernos a la faena.
-Este año, por ejemplo, deberíamos dedicarle un minuto más a ese amigo para el que nunca tenemos un minuto.
-Tendríamos que ahuyentar los fantasmas del futuro ahora que ya sabemos convivir con los del pasado.
-Conocida nuestra natural tendencia a tropezar en la misma piedra y acreditada la capacidad para levantarnos cada vez que sucede, no estaría demás estudiar el modo de aprender a caer con estilo.
-Deberíamos insistir en esta extraña inercia que nos lleva a plantar árboles en otros jardines, cobijarnos bajo su sombra y trepar a sus copas de vez en cuando para andar un ratito por las ramas.
-Envidaremos a chica, pasaremos a pares y, si procede, nos jugaremos todo al rojo.
-Levaremos anclas, soltaremos amarras y saldremos a navegar a mar abierto con rumbo firme y destino incierto.
-Nos dejaremos seducir por los cantos de sirena, cuidaremos del amor que nos espera en cada puerto y naufragaremos únicamente en defensa propia.
-Y si aún nos queda algo de tiempo, volveremos a retar al mar y escribiremos en la arena las palabras mágicas, esas que siempre resistieron el embate de las olas.
-Este año, si nos lo proponemos, vamos a poner las íes bajo los puntos.
-Y en algún momento decidiremos si debemos incorporar al listado de tareas, propósitos o desafíos la búsqueda de una fórmula con la que combatir la inactividad bloguera; aunque posiblemente lo más sensato sea seguir acumulando ausencias y proyectos inacabados en la carpeta 'borrador'. Al fin y al cabo, salvo excepciones, el silencio es el ruido menos molesto.
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