domingo, 19 de diciembre de 2021

La canción del verano más largo

Al 'tío' Manolillo le hablabas de la catedral de Toledo o la de Burgos y te decía que ninguna Iglesia se  puede comparar a la de San Pedro Palmiches. Me he acordado de él, de mi abuelo, al leer 'El Verano más largo', un libro que ha escrito el mayor de sus biznietos durante ese tiempo de pandemia y abrazos confinados que nunca sospechamos que nos tocaría vivir. 
Tres generaciones después, Alberto exhibe de otra manera el orgullo por su pueblo que antes tuvieron otros. A base de apuntes breves, poemas y futuras canciones se ha hecho un 'selfie' con el cerro de La Cruz y el Guadiela de fondo, un  autorretrato a base de pinceladas y emociones aparentemente ligeras pero que encierran esa grandeza que aquel bisabuelo de los seis dedos le daba a la pequeña iglesia de su pueblo. 
Alberto se montó en el coche con Lene, los gemelos, el carné de padre primerizo y su guitarra y se plantó en ese escenario que había pisado muchas veces pero en el que ahora tenía que interpretar una canción, la de la zozobra, que nunca había estado en el repertorio. Llegó con su banda a ese lugar en el que transcurrieron otros muchos veranos, cuando no había carritos aparcados en la puerta de la Peña, cuando la única pandemia era la resaca de la procesión el día de la Fiesta y no tenía ni idea de lo que costaba una pala de tractor colmada de leña. 
No se entiende 'El verano más largo' sin esos otros veranos, ni se entiende de la misma manera lo que cuenta Alberto sin un contexto que tiene que ver con esas raíces que también son las mías y hacen especialmente emotivo el reencuentro con paisajes, personajes y momentos que me resultan tan 'familiares'. 
A Alberto le ha quedado un libro muy chulo, muy personal, muy suyo. No soy objetivo, ni lo pretendo. Me siento muy identificado con ese afán por fijarse en las cosas sencillas y también con ese impulso por ponerle palabras a las emociones y compartirlo. Y admiro ese valor de alguien que se subió a las tablas siendo casi un crío y que ha hecho de su pasión por la música una forma de vida y, en todo caso, una manera de entenderla. Perseguir un sueño es la primera condición indispensable para llegar a alcanzarlo sin olvidar que en el trayecto hacia ese destino hay muchas cosas que merecen ser vividas y contadas.
Me gusta esa mirada que se detiene en la incertidumbre del momento y en la que resulta inevitable una dosis de amargura y hasta de tristeza, pero en la que subyace por todas partes el amor. 
A alguien que se maneja bien en la pecera de una radio tampoco es extraño que le haya salido, sin pretenderlo, la crónica de un descubrimiento. Es la consecuencia de una nueva manera de observar un entorno conocido pero en el que nunca había reparado de esta forma; las campanas, los higos, el frontón, los corrales con sus puertas, la plaza y, por supuesto, el río. Esa inquietud  nunca antes presente que te lleva a preguntarte por alguien que mucho antes que nosotros pensó que sería una buena idea plantar una gran Cruz en lo más alto del cerro. Porque también me quedo con ese papel que asume con naturalidad, el de quien se sitúa en el papel de eslabón de una cadena que enlaza las generaciones que pasaron y las que vienen. 
Me pregunto cómo será ese legado en el caso de esas dos 'obritas de arte' que escuchan cuentos en alemán y la salve a la Virgen de la Cabeza en brazos del yayo Vicente. Es posible que ellos transmitan esa nueva tradición familiar del rotulador y hasta puede que lleguen a entender que su bisabuelo José, 'el Bigotes', aunque hace ya años que se nos fue, sigue poniéndole unos cartuchos a la escopeta para disparar al cielo cuando la procesión pasa por esos barrios de abajo en los que 'reina' la Paz.
Aunque no está uno muy puesto en lo de las reseñas literarias, me permito recomendar el libro de Alberto. Incluso sin haber pasado unos pocos veranos en San Pedro se puede apreciar la sensibilidad que le pone a lo que cuenta, como hace en ese relato delicioso de una boda -la suya- en la que sobra todo el aderezo, incluido el propio matrimonio, pero que acaba siendo toda una declaración de amor. Una vez habló en una canción de los días que 'se ponen raros' aunque nunca sospechó que hasta este punto. Y sin embargo, en estas circunstancias, es capaz de atrapar esos momentos que nos recuerdan que 'nunca sabe uno cuando puede estar viviendo los días más felices de su vida'. 
Celebro que haya ocurrido en ese pueblo, que es el mío, donde Alberto encontró la paz sobre su vieja bicicleta al recorrer ese solitario trozo del planeta en el que la vida no se detenía cuando el mundo se quedó parado. 




4 comentarios:

  1. Muy bien explicando. Tengo muchas ganas de leerlo, estoy segura de que me gustará.

    ResponderEliminar
  2. Lo he releído muchas veces y siempre se me escapa una lágrimas.
    Gracias, mil gracias Te quiero 💖

    ResponderEliminar