Un día de estos tengo que volver a a escribir. Sin un motivo concreto para hacerlo, ni siquiera por un motivo especial. Escribir sin mayores pretensiones, aunque solo sea por una necesidad vital irreprimible. Escribir sin explicaciones añadidas, aunque sea solo por placer, por capricho o por alguna razón que seguramente no viene a cuento. Escribir sin más, sin un soneto al que agarrarme, sin versos, besos o árboles en los que cobijarme, sin lágrimas que hagan resbalar la tinta por el papel.
Un día de estos, cuando vuelva a escribir, me dejaré llevar sin rumbo fijo ni destino. Sin más ataduras que la gramática elemental y la dosis justa de equilibrio -si la hubiera- para transitar por esa frontera que separa el miedo de la prudencia. Escribir sin otra guía de viaje que no sea la inspiración o, en todo caso, la desesperación.
Volver a escribir. Sin ambiciones ni pasiones. O con ellas. Asumiendo el riesgo de adentrarme en un párrafo en el que podría tropezar con aquella primera carta de amor que nunca llegué a escribir a la chica del pupitre de al lado. Escribir sin necesidad de añadir nada nuevo a lo ya dicho tantas veces. Escribir para contarlo todo, para sacar del armario los fantasmas del pasado y hacerle hueco a los del futuro.
Escribir sin más. Por si mañana recobrase la razón y aún a riesgo de que se deslice entre las líneas un secreto inconfesable o esa canción que tengo prometida. Tengo que volver a escribir aunque solo sea para pedir perdón por todos los pecados, salvo por los que cometí por amor. Escribir porque si. Aunque solo sea para decirle cuatro cosas (cuatro nada más) al lucero del alba. Aunque solo sea para dictar testamento. Aunque solo sea por evitar que alguien (o yo mismo) pudiera caer en la tentación de interpretar todo lo que quiero decir con mis silencios.
Debería volver a escribir ahora que todavía me esperan unos pocos renglones en blanco, ahora que aún puedo llegar a un punto y aparte en el que detenerme antes de seguir con el resto de una historia que a nadie le interesa.
Tendría que escribir algo ahora que aún estoy a tiempo de volver a llegar tarde. Escribir para acallar al poeta que nunca he llevado conmigo.
Un día de estos tengo que volver a escribir, aunque solo sea para no olvidar lo que se siente al escribir.
Escribe así.
ResponderEliminarA veces, no, a menudo, nos llenamos de responsabilidad ante la obra a crear. Eso puede conseguir que finalmente no hagamos nada. Tu post me ha recordado las épocas en las que he pensado "tengo que volver a pintar" y no ocurría. Porque no lo dejaba fluir sin miedo a que no fuera todo lo esperado por mi, dejar que el manantial hiciera crecer lo que hubiera. He llegado tarde, como dices, pero he llegado.
Eres un genio de la fibra sensible, Jesús :)
Da gusto que escribas.