miércoles, 8 de abril de 2015

Trasvase 2015: de la caducidad a la perpetuidad

Puede parecer que ha pasado un siglo pero fue el 29 de enero de 2007 cuando el Pleno de las Cortes de Castilla-La Mancha aprobó por unanimidad la reforma del Estatuto de Autonomía. El texto reflejaba un sentimiento -insisto unánime- de profundizar en el autogobierno, fijaba un nuevo modelo de financiación autonómica y -atención- incluía la 'caducidad del trasvase Tajo-Segura' en 2015. Cuando 'los nuestros' cruzaron el Tajo desde Toledo y llegaron al Congreso aquello que se aprobó en el Parlamento regional se fue diluyendo y, finalmente, quedó en papel mojado; pero esa también es otra historia.
El Tajo en el Puerte San Martín de Toledo el 3 de abril
Y alcanzado el lejano 2015 lo que ha pasado a la historia es aquél anhelo expresado por los representantes de la ciudadanía de esta Comunidad; también es historia la capacidad para el diálogo de las fuerzas políticas y -menos aún- para el entendimiento en un asunto de importancia capital para el desarrollo de una tierra y de sus gentes como es el agua y la gestión que de ella se haga. Y desde luego ha quedado enterrado, entre historias para no dormir, lo de la caducidad.
Peor aún, el trasvase ahora -como antes- es un instrumento letal contra Castilla-La Mancha y contra la salud medioambiental del Tajo pero en este tiempo se ha dotado además de un respaldo normativo que no tenía y -lo que es más grave- ha sido sometido a las 'leyes' no escritas del silencio.
Las que figuran negro sobre blanco en el papel se pueden cambiar a base de voluntad política; pero hay batallas más difíciles de plantear y no digamos de ganar. El respaldo social pro-trasvase y la unidad se ha mantenido con firmeza invariable en el otro lado del canal artificial. En Castilla-La Mancha, sin embargo, aquel sentimiento -que no era contra nadie sino de autodefensa ante una agresión palmaria- se ha diluido casi por completo.
El silencio se impone ante trasvases que se aprueban 'de tapadillo' en plena Semana Santa sin que exista una necesidad real en el Segura y con la Isabela asomando en Buendía.
La ley del silencio esconde fotos y decisiones incompatibles con la defensa del Tajo de quien hace tiempo se afana en otras batallas, como explica en este artículo, con datos y argumentos, Miguel Ángel Sánchez.
El Viernes Santo cuando veía una vez más las aguas cubiertas por espumarajos a la altura del Puente de San Martín recordé una cuña en la radio en la que se afirma -con tono solmene- que en esta legislatura "el problema del agua se ha resuelto" en Castilla-La Mancha.
La Isabela de Buendía en abril de 2015. Foto Guadaque
La simple observación de las imágenes es ya una prueba evidente de la burda falsedad de semejante afirmación. Pero desgraciadamente también tiene mucho de cierto aplicando la disparatada lógica que tratan de imponer. Entienden que el problema lo han resuelto porque han conseguido -gracias al abrumador control de los Medios de comunicación- quitar el foco de este asunto. Cuentan para ello con sus terminales mediáticas y con unos voceros debidamente adoctrinados que hacen méritos a base de promover como cierta la 'verdad' oficial; no les importa que las fotos, los trasvases a escondidas, los memorándum y las reacciones que llegan desde la cuenca del Segura demuestren que, en efecto, la 'guerra del agua' ha terminado pero ha sido a costa de la rendición incondicional de Castilla-La Mancha.
No trataré de contrarrestar a los que consideran demagógica la oposición al trasvase. Provengo de tierras próximas a los pantanos de cabecera y eché raíces en otras tierras en las que el Tajo -emblema de una ciudad Patrimonio de la Humanidad- ha dejado de ser un río y se ha convertido en una cloaca. Afirmo ahora, como antes, que es imposible conciliar los intereses -legítimos- del Levante con los de eso que llaman 'cuenca cedente' y que en realidad es una cuenca expoliada. Creo que el Tajo solo podrá volver a ser un río cuando -al margen de medidas estrictas de depuración- pueda ver pasar de nuevo por su cauce el agua limpia que se marcha por el canal artificial. Y sostengo que no es demagogia sino engaño manifiesto pretender hacer creer a los ciudadanos de esta región que se ha logrado un acuerdo que "beneficia a todos" porque esta obra faraónica se construyó sobre una enorme mentira: llevar agua que sobra en un territorio a otro en el que falta.
En Castilla-La Mancha no sobra el agua porque sus gentes tienen tanto derecho como las de otros territorios a disponer de recursos que permitan el progreso y el desarrollo.
No creo que sea alejarse de la realidad afirmar que en aquellas tierras a las que llega el agua limpia de Entrepeñas y Buendía tiene al alcance el agua desalada. Y si bien es innegable -para desgracia del Tajo- que el canal de 300 kilómetros es una realidad, no es menos cierto que las desaladoras también lo son y sin embargo no parece haber grandes reparos en mantener apagadas esas instalaciones en las que también se realizaron notables inversiones. Alguien podría pensar, echando mano de una incuestionable dosis de demagogia acuática, que las están reservando para cuando el barro sea la única huella de lo que otrora fuera el 'Mar de Castilla' y el Tajo una línea pintada en los mapas de geografía de la Península.
Pero uno cree que la verdadera demagogia es aquella que pretende dar por cierto que se pueden defender los mismos intereses firmando en 2007 a favor de la caducidad del Tajo-Segura en 2015 y amparando la perpetuidad del trasvase en 2014 con un Memorándum que además coloca la llave de paso en el otro lado del canal.
Si la guerra ha terminado será porque al Tajo lo han dejado cautivo y desarmado. Ya es bastante doloroso asumirlo como para que quieran hacernos creer que Castilla-La Mancha ha ganado.




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