No fue la razón de ser de este blog pero tampoco veo motivos para que deje de serlo, aunque sea de manera puntual. Es el caso. Acabo de leer 'El patio inglés' (ediciones Alrevés) y me ha parecido una novela interesante, recomendable.
Reconozco que el tema me cautiva, incluso en alguna ocasión me adentré por esos terrenos literarios, los del joven que tiene todo por vivir pero no acierta a ver la manera de hacerlo y solo encuentra una manera eficaz de rebelarse contra un destino que considera una condena. Imagino que el interés se acentúa cuando has sido -como Pablo- un joven de los 80 y lees ahora la historia de este desencuentro con la perspectiva de padre de un chaval de esa edad.
Una historia dramática contada sin dramatismos superfluos, sin morbo, sin florituras o adornos innecesarios. Gonzalo Garrido apuesta por una fórmula que permite al lector participar activamente de la imparcialidad con la que él mismo se aplica a la tarea de contarla, aunque en ocasiones sea imposible no tomar partido. Se sirve para ello de dos monólogos interiores y compone con ellos el diálogo imposible entre un padre y un hijo, la conversación que no existió, la crónica de una distancia que no tiene culpables ni remedio.
La novela se lee del tirón, posiblemente porque impacta desde el primer instante, con la misma fuerza que el cuerpo de Pablo choca contra el suelo de 'El patio inglés' tras su caída libre desde el tercer piso. El lector se sumerge en el relato con el corazón encogido desde que imagina la angustia de esos padres que ven como su único hijo, de 18 años, abre la ventana del salón y se lanza por ella. Se deja arrastrar por los pensamientos que emergen a borbotones del tipo desesperado que espera respuestas imposibles a las puertas de un quirófano ante un "castigo" que considera inmerecido, aunque le resulte inevitable caer en un sentimiento de culpa.
Cada reflexión se intercala con retazos del diario de Pablo; el relato previo a la huida en forma de vuelo de un chico normal, que se enamora, que sufre y hace sufrir por amor, que se emborracha con los amigos y que se implica por unos ideales que no son precisamente los más llevaderos en el Bilbao de los años de ETA. Un universitario con una inteligencia -he aquí otro dato inquietante- por encima de la media y que, desde luego, no quiere ser "un fracasado" como su padre.
Es de agradecer que el autor no tire de infancias tormentosas o familias desestructuradas para envolver el relato. Cualquier casa, de cualquier vecindario -en todos los pueblos y ciudades- puede tener un patio inglés por el que alguien puede tratar de escapar.
lunes, 17 de noviembre de 2014
jueves, 13 de noviembre de 2014
De otros muros
Foto: elmundo.es |
Las noticias de alcance nacional e internacional han desaparecido de las escaletas y de los boletines horarios de la radio. Alguien ha decidido -y los demás ejecutan sin rechistar- que a un ciudadano de Huete, de Oropesa, de Manzanares o de Yeste no le interesa -pongo por caso- que la Guardia Civil esté llevando a cabo una macro-operación contra la corrupción con decenas de detenidos en varias provincias de España, o que comparezca el presidente del Gobierno por primera vez desde el 9N para explicar su posición -si es que la tuviera- sobre lo ocurrido el domingo en Cataluña.
Si hoy volviesen a caer las Torres gemelas los boletines de RCM contarían a sus oyentes uno de los muchos logros del gobierno regional o las previsiones de la próxima cosecha. Y la directora de Informativos de la Tele se dedicaría a 'envolver' convenientemente cacas de perros, baches, cardos y demás plagas que se propagan por municipios donde los ciudadanos cometieron el terrible error de no elegir convenientemente con sus votos.
Es evidente que esta manera de proceder, desde el punto de vista periodístico, no resiste el más mínimo y elemental análisis profesional. Y no cabe por tanto más opción que concluir que son otros los motivos e intereses que explican semejante desatino. Los que aún pudiera tener alguna duda al respecto o sintieran curiosidad por conocer esos motivos e intereses no tienen mas que sintonizar un par de veces los Informativos de la Televisión y de la Radio autonómica.
Sin entrar en comparaciones, aprovecho ese evento ocurrido hace 25 años para lamentar que ahora, metidos de lleno en el siglo XXI, haya quién se empeñe en levantar otros muros, aunque estos de los que hablo sirven para cerrar el paso a la libre circulación de una información veraz. Un derecho fundamental que debería ser la primera razón de ser de un Medio público y que aquí queda desterrado por alguien que enarbola la bandera del maniqueísmo y utiliza el muro para dividir, para colocar a un lado y al otro a los buenos y a los malos ciudadanos de esta tierra.
Esta que puede parecer -y lo es- una visión parcial de las cosas, incluye también la sensación amarga que me provocan parte de los peones que participan de manera activa en este proceso. Ante semejante panorama caben dos opciones: colaborar activamente colocando ladrillos para elevar un palmo más cada día la altura del muro, o -segunda opción- tratar de echarlo abajo aunque para ello no exista más herramienta que la fuerza de la razón y del sentido común. Hay argumentos, excusas y miedos para explicar el lado escogido. Podría ocurrir incluso que haya quien se crea necesariamente abocado a participar en una de las dos opciones, sin posibilidad de elegir.
Lo que no procede es la indiferencia y por eso sorprende comprobar cada día la naturalidad con la que algunos asumen una situación que debería escandalizar a cualquiera, pero más aún a quien pudiera conservar alguna pequeña noción de los motivos por los que un día decidió ser periodista.
Y desde luego a estas alturas debería haber quedado muy claro que no tiene ningún sentido actuar como si esto que tenemos delante fuese el Muro de las lamentaciones.
martes, 4 de noviembre de 2014
Felipe VI reina en las encuestas
Foto: bekia.es |
Por encima de los méritos que hizo en los banquillos, a Vujadin Boskov se le recuerda por una frase: "fútbol es fútbol". Me he acordado de esa reflexión del entrenador yugoslavo cuando he escuchado algunas perogrulladas sobre la encuesta que este domingo ha publicado El País. Parece obligado que el político de turno recuerde que las encuestas son una"foto fija de un momento concreto" y desde luego es importante dejar claro que "marcan una tendencia, pero la verdadera encuesta es la de la urnas". Con lo fácil sería que decir que "las encuestas son encuestas". O dicho de manera mucho más científica, las encuestas tienen la importancia que tienen, ni más ni menos.
Dicho lo cual, me parece que se ha destacado muy poco un dato de ese estudio de Metroscopia que tantos atragantamientos provocó en los desayunos dominicales. Me refiero a la valoración que los ciudadanos otorgan a los Reyes.
Puede parecer una cuestión menor comparada con el vuelco del panorama político que refleja la encuesta, pero es posible que -al menos en parte- explique el mensaje de los ciudadanos.
Resulta chocante ahora recordar ese tiempo tan reciente en el que uno de los grandes debates en este país era el de Monarquía-República. El Rey Felipe no ha necesitado un 23-F para regenerar la imagen de la Corona que su padre dejó en el momento más bajo de popularidad.
A Felipe VI le ha bastado con una dosis adecuada de seriedad amable, con transmitir la imagen de tipo bien formado y cabal que no se marcha a cazar elefantes a África y que no se rompe la cadera esquiando.
El Rey Juan Carlos hizo su mejor servicio a la Corona al abdicar. Entendió que la única fórmula para recuperar el prestigio perdido era echarse a un lado; esa era misión imposible en manos de la misma persona que había dilapidado la enorme dosis de confianza que los españoles habían depositado en él a lo largo de su reinado.
Los políticos no quieren entender que el problema no es de casta, sino de castidad política. Es una cuestión de ejemplaridad y el Rey saliente les mostró el camino cuando comprendió que pedir perdón ya no es suficiente.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)