Estos días de pasión y efervescencia emocional me están deparado momentos memorables, reencuentros inesperados, descubrimientos felices, sueños renovados, insomnio ocasional y unas cuantas sorpresas. Una de ellas, lo confieso, es adentrarme de nuevo en historias que fui escribiendo en otros tiempos.
No me sorprende (porque siempre fue así) que no me guste casi nada de lo que escribí. En todo caso, lo sorprendente es que hayan sobrevivido entre los archivos de word viejos relatos, microrrelatos, más cartas y hasta algún poema (qué osadía) que bien pudieran haber acabado, como la gran mayoría, en la papelera de reciclaje.
Pero sucede ahora otro fenómeno casi insólito y provocado, sin duda, por los efectos de 'la carta'. El gusto por escribir viene de lejos, pero el interés por compartir es nuevo.
Tampoco 'Por si mañana' recibió mi crítica favorable una vez entregado el sobre con el texto en la Biblioteca de Cobisa. Sin embargo, todo lo que ha ocurrido después -junto al impulso de algunas personas cercanas- me han hecho cambiar la perspectiva y ahora pretendo abrir ese cajón tan personal para que cualquiera pueda rebuscar en él y, con un poco de suerte, encontrar alguna frase, algún personaje o alguna vivencia que merezca la pena. En ello estamos. Espero que sea cosa de la edad y no del gusto por el elogio repetido que estoy disfrutando estos días.
A estas alturas del texto es posible que alguien haya reparado en el título. En un ejercicio que va en contra del criterio elemental periodístico, dejo para el final la explicación que tiene que ver con la mayor de las sorpresas que me deja la relectura de 'mi obra'. Es evidente,al menos en mi caso, que se escribe mejor -mejor dicho, que se escribe- en los picos anímicos, sobre todo en los bajos. En lo que no había reparado hasta ahora es en la temática.
El asunto capital es, como en la carta, el amor. Vamos, que me doy cuenta ahora (esta es la sorpresa principal) que me he pasado la vida escribiendo sobre el amor. En todas las dimensiones (las mías, claro) posibles y en las imposibles. Todas ellas tan ciertas como la literatura, como la vida misma y, en ocasiones, más allá de la muerte. Amor eterno o eterno desamor, según las circunstancias.
Tampoco es extraño si lo pensamos bien. Al fin y al cabo -ya lo dijo mi idolatrado Raphael- es "toda la verdad de nuestras vidas".
Acaso hay algo más importante?
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ResponderEliminarSupongo que para la gran mayoría de los seres humanos dotados de un mínimo de sensibilidad y valores, el amor es uno de los pilares básicos. No es extraño por tanto que alguien bien dotado para la palabra como usted haya dedicado mucho tiempo a escribir sobre el tema. Lo único que en este texto dejaría algún lector en entredicho es la última frase: el "amor" muchas veces, no solo no es "toda la verdad de nuestras vidas", sino que puede llegar a ser una de las grandes mentiras. Hay incluso quien lo inventa y alimenta para tapar huecos en el tiempo porque no sabe vivir sin sentirlo.
ResponderEliminarGracias por el comentario. Incluso en esos casos prefiero pensar que Raphael tiene razón.
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