domingo, 4 de diciembre de 2022

De las raíces y las redes

La foto es de agosto del 81 y en ella me he reencontrado por sorpresa con el adolescente que fui en la plaza del pueblo, en San Pedro Palmiches (Cuenca). La hizo Manuel Crespo cuando todavía conjugábamos el verbo veranear y la ha compartido en Facebook 40 años después. Confieso que, además de la sorpresa, ha sido inevitable cierta emoción al contemplarla. Me explico.
Aunque ahora pueda parecerlo, no es una imagen frecuente de la época porque en aquellos años había que dosificar los carretes y normalmente  se reservaban para las celebraciones; la mayoría de las fotos del verano en el pueblo se hacían en la Fiesta, sobre todo en la procesión, con las mejores galas, subiendo a los niños en las andas de la Virgen. No es el caso.
En agosto del 81 había una sola línea de teléfono en el pueblo, nadie imaginaba entonces que un día todos llevaríamos un móvil en el bolsillo con cámara digital incorporada. Cualquier día de agosto de 2021 se habrán hecho cientos o miles de fotos en la plaza, pero la fotografía de Manuel debió ser un pequeño acontecimiento; aunque no recuerdo el momento exacto ni los comentarios que provocó la iniciativa, imagino que reunió a los que estaban por allí en ese momento y posaron de manera improvisada para la ocasión sin que hubiera un motivo especial para hacerlo.
Estos días he observando la foto y he seguido con interés el debate en las redes que se ha suscitado a cuenta de la identidad de los que que aparecen en ella. Por la parte que me toca, ha sido imposible no dejarse llevar por el vértigo que los años provocan al mirar a ese joven imberbe que tenía todo por hacer. Y en cuanto al grupo, aunque es bien sabido que cualquier tiempo pasado fue distinto, tampoco ha sido posible abstraerse del efecto nostálgico que provoca la estampa al hacer repaso de los que posaban aquella mañana de verano y comprobar que muchos de los que estaban -la mayoría- ya se fueron
Ser el más joven del grupo fue solo una circunstancia casual del momento, pero me concede hoy el privilegio de seguir por aquí para contarlo y me permite también entender que hay cosas que aprecias de otra manera con el paso de los años. Me refiero, por ejemplo, a esos lazos imperceptibles a simple vista pero que, sin duda, existen y le otorgan unidad a ese grupo desordenado de hombres de varias generaciones que aquella mañana se colocaba ante la cámara de Manuel. 
Supongo que esos lazos explican en parte la emoción que la foto ha provocado estos días cuando ha ido circulando por los grupos de familiares y amigos del pueblo. Tiene que ver precisamente con la huella que dejaron en esa plaza y en nosotros los que nos precedieron, un legado que no se puede medir, pero que tiene relación directa con ese sentimiento que percibimos cada vez que volvemos a ese lugar y pisamos de nuevo las calles o las eras, cuando volvemos a bañarnos en el río o entonamos la Salve. Somos lo que somos porque elegimos cada día -con mejor o peor criterio- el camino por el que avanzamos, pero también por la herencia recibida y por esas raíces que ahora incluso se extienden por las redes. 
Será porque 40 años me acercan a ese papel o porque tengo la suerte de seguir contando con ellos, pero esta foto me parece una buena razón para reivindicar a nuestros mayores, para valorar su aportación a la causa. Aunque aún no lo sepan, los nietos y biznietos de los que en ella aparecen, algún día también sentirán el orgullo de pertenencia a esa tierra y a esos paisajes, el apego a esas gentes con las que compartimos una impronta que quedó inmortalizada en la foto que hizo Manuel un día cualquiera del mes de agosto del 81. 




3 comentarios:

  1. Cuanta razón tienes… quien no valora ni se emociona al contemplar sus raíces, difícilmente sabra el camino que le depara el futuro. Emotiva reflexión 👍🏽

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  2. Félix Crespo (hermano del autor de la fotografía)

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  3. Buenas raíces para que creciera el arbolito

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