20 segundos de radio pueden ser una eternidad. 20 años de radio pueden pasar en un suspiro. Todo es relativo, incluso el tiempo, por más que sea uno de esos valores que podemos medir con absoluta precisión. Tal vez porque una cosa es medirlo y otra muy diferente controlarlo.
En mi caso, la radio ha ocupado todos los tiempos que recuerdo. Desde la niñez hasta en el momento que escribo esto. Estaba en el desayuno con 'Los Porretas' y en las meriendas con doña Elena Francis. Mi abuelo me enseñó a guardar silencio para escuchar el 'parte' y antes incluso de asumir que nunca sería futbolista ya empuñaba el boli a modo de micro para cantar los goles al estilo de Héctor del Mar. Dormí con García, desperté con Iñaki y cuando no sabía que existía algo llamado zapping ya iba de un lado a otro del dial en busca de los Herrera, los Herrero o el maestro Luis del Olmo, que fue el gran innovador de los programas matinales y que habría inventado la radio en color de no haberse adelantado el tío de Gila.
Mucho antes de intuir que un día podría contar yo mismo lo que pasaba en un Parlamento ya había descubierto que el verdadero Estado de la Nación era un espacio en el que los escaños los ocupaban genios de la altura de Tip y Coll, Mingote o Chumy Chumez; disfruté con la sabiduría aguda de Doña María, con el seny del Señor Casamajor y con aquel vendaval de humor fresco e inteligente que trajeron los Gomaespuma. La radio es humor, información, fútbol, música, compañía y tantas otras cosas que nos conectan al mundo. Hemos caminado a su lado y nos hemos subido al carro de su capacidad de evolución. Ahora le pedimos a Alexa que nos cambie de emisora y asistimos a la revolución del podcast, pero algunos podemos rememorar otra revolución, la de la FM, que ocurrió hace ya un montón de años.
No se entienda el preámbulo como un canto a la nostalgia de los que estuvieron. Los nombres de ahora ocupan su espacio y mantienen vivo el vínculo. Compartí pupitre con un tal Alsina, mi añorado Esteban Pérez me abrió las puertas de Antena 3 en la calle Comercio y el gran Teo Díaz las de Radio Nacional en el Plaza de San Cristóbal. La radio formaba parte de mi vida mucho antes de imaginar que un día sería una forma de vida. Y desde luego ya estaba en la familia hace 20 años cuando no imaginaba que en Radio Castilla-La Mancha (CMM Radio) encontraría un espacio profesional extraordinario pero también una familia. Estamos de aniversario y procede celebrarlo.
Hay deudas que no se pueden pagar -ni lo pretendo- con unas pocas líneas en el blog, pero también hay ocasiones que merecen una breve reflexión, un tributo sencillo aunque solo sea para dejar constancia de esas emociones que nos asaltan de vez en cuando y que le dan sentido a casi todo lo demás.
Algo de eso debe haber -prohibido recurrir a la magia- para entender el efecto que me deja el aniversario de Radio Castilla-La Mancha (CMM) que ahora celebramos. 20 años de radio desde la radio. Inevitable rememorar el vértigo y la emoción de aquellos días de mayo de 2001 en los que apenas intuíamos que éramos partícipes de un acontecimiento histórico.
Cuatro lustros después sabemos que, en efecto, la radio pública tenía mucho que decir, muchas cosas que contar, que tenía y tiene mucho que aportar. No seré yo el que aproveche el contexto olímpico para otorgar medallas y mucho menos para subirme a un podio que no me pertenece, pero es de justicia proclamar que una parte de lo que es esta Región lo es también por su Radio. Lo es -al menos en parte- porque esta Radio ha contado todos esos episodios de la historia regional que se iba construyendo desde la cercanía, desde el sentimiento de apego a las raíces y a sus gentes. No solo para que las conocieran sino para que las percibieran como propias.
Pero como este es un blog personal no me resisto a dejarme llevar por esa otra dimensión que esta Radio ha tenido y tiene para este sempiterno aspirante a periodista. Haber hecho de todo en la Radio me lleva a pensar que -con aciertos y errores- seguramente algunas de esas cosas estuvieron bien hechas. Y en todo caso me queda el regusto de lo cotidiano, que en el caso de la radio nunca lo es, de la cita diaria con alguien que siempre está al otro lado.
Pero como no quiero apartarme de ese lado personal, debo aprovechar la ocasión para decir que en estos 20 años algo aprendí de todos los profesionales con los que he coincidido. Si, de todos, sin excepción; incluidos los que me ayudaron a entender lo que no quiero para la Radio. Pero las lecciones más valiosas han sido, sin duda, las que cada día me aportan los que nunca espiran a dar lecciones pero son un ejemplo en la manera de entender y practicar su profesión. Lecciones de radio y vida de los que no precisan ser citados para darse por aludidos por lo que digo.
Alguien me preguntó estos días con qué me quedaba de todo lo contado en estos 20 años. Y entre tantos informativos editados, crónicas, programas especiales, entrevistas y tantas horas de antena, posiblemente el momento más gratificante ocurrió un día cualquiera y a una hora cualquiera cuando en pleno boletín tuve la ocasión de contar una noticia de última hora. Eso es la radio, el momento, justo ese momento en el que tienes la oportunidad de contar algo que está ocurriendo.
20 años no es nada si la canta Gardel, pero no se puede 'volver' al lugar del que nunca te has ido.