Punto y aparte. Pasamos al párrafo siguiente y nos adentramos en un nuevo capítulo de esta historia basada en hechos supuestamente reales. Se fue marzo con la estela de recuerdos que nos devuelven al punto de partida de este episodio vital que aún cuesta creer. Pero sí, parece que podemos dar por cierto que seguimos en ruta, que no es poca cosa teniendo en cuenta que la vida se empeña en recordarnos que corremos el riesgo de derrapar en cada curva sin que necesariamente sea consecuencia del exceso de velocidad o de una conducción temeraria.
Vivimos para contarlo, mientras nos se demuestro lo contrario. Y no se me ocurre mejor motivo para hacerle caso a una amiga que me dice que tenemos que seguir escribiendo. Entiendo que para ella también ha tenido algo de terapéutico en un momento especialmente dramático.
Amanecer, Olías del Rey |
Nunca he tenido muy claro si escribimos por placer o por necesidad. Tanto da. Tampoco puedo afirmar que esto de escribir sea una búsqueda, al menos no podría explicar qué pretende uno encontrar en el proceso. Parece claro, en todo caso, que es una fórmula -imperfecta desde luego- para expresar emociones o para camuflarlas, según el caso, aunque eso implica ponerlas al alcance de cualquiera y dejarlas al albur de su entendimiento o sensibilidad que posiblemente poco tiene que ver con la que uno trataba transmitir.
Es posible que sea solo un pasatiempo, un puzzle o un tetris en el que movemos y giramos las piezas para tratar de encajar unas con otras. Escribir es un juego, de palabras por supuesto, que nos reta a experimentar con ellas, a convertirlas en besos o en puñales, en caricias o arañazos, en destellos, sombras, blancos, grises... Buscamos acomodo para las palabras en un crucigrama, en la estrofa de una canción, en un verso suelto, en un pliego de descargo, en una carta de amor...
Escribimos porque un día tropezamos con una frase y arrancamos con ella una sonrisa o una lágrima. Escribimos porque le hemos cogido el gusto a esto de retorcer renglones sin tener que dar cuenta de ello a nadie. Escribimos porque el blog nos llama de cuando en vez y es posible que algún día incluso se nos ocurra algo nuevo que aportar. Mientras tanto seguimos en la rotonda, dándole vueltas al mismo asunto sin que tenga mayor sentido encontrar la salida adecuada.
Escribimos porque no queremos perder el hilo del relato o porque tal vez, si perseveramos en el intento, es posible que lo encontremos por fin algún día. Escribimos porque toca, porque siempre sale el sol y en Viernes Santo reina la pasión. Escribimos para contarlo. O tal vez sea -amiga Alicia- que lo contamos para vivir, para sentirnos vivos.
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