En las conversaciones intrascendentes de un domingo de pandemia se nos vienen a la mente imágenes que nos acercan al precipicio de las emociones contenidas pero irresistibles. Me habla una amiga del 'efecto montaña rusa' en el que transitamos, con subidas y bajadas vertiginosas a través de un estado anímico convulso y agitado. Supongo que ella también anhela el momento de cambiar la montaña rusa por el tiovivo.
Los expertos en virus, pandemias y cuarentenas -es decir todo el mundo- no descansan los domingos y hoy también nos ilustran con las recetas sobre lo que tenemos que hacer parea salir de esta, lo que no deberíamos haber hecho jamás y, sobre todo, nos ofrecen un completo catálogo de personajes -buenos, malos y peores- para hacernos más asequible la inevitable y necesaria búsqueda de los culpables.
Necesitamos héroes a los que aplaudir y villanos a los que pegar con la cacerola en la cabeza. Sin matices para lo bueno y sin perdón para los malvados; esos que se afanan por hacer aún más trágica la tragedia. Juzgamos, sentenciamos y ejecutamos por la vía rápida, sin miramientos. Después del linchamiento, eso sí, nos lavamos bien las manos con agua y jabón para desinfectar conciencias.
Los domingos de pandemia nos aplicamos -aunque solo a ratos- a la tarea de resistir. Porque es lo que toca, porque no queda otra, para que no se diga, porque es lo que se espera de nosotros, porque estamos mal pero menos mal que estamos.
Estos domingos cautivos de abril nos sitúan a tiro de semana de un domingo de mayo en el que tal vez tengamos más cerca la vuelta a esa normalidad que añoramos. Tiempo tendremos para lamentar después que muchas cosas ya nunca serán normales.
Estos domingos de primavera confinada y pandemia se sirven templados y desprenden un aroma entre dramático y surrealista. Tal vez algún día tendremos que asomarnos por este desván en el que vamos acumulando ideas desordenadas y pensamientos desaliñados para asegurarnos de que hubo domingos como este.
Solo en este contexto se explica la osadía de colocarnos el disfraz de poeta (con perdón) para arrancarle una rima consonante con traje de soneto a este domingo de pandemia.
- SONETO PARA UN DOMINGO DE PANDEMIA
- Esta vida entre muros confinada,
- esta pandemia de dolor y pena,
- este abrazo que guarda cuarentena,
- esta muerte que no respeta nada.
- Este miedo clavado en la mirada,
- estos besos que cumplen su condena,
- esta soledad que todo lo llena,
- esta falsa moral desinfectada.
- Este adiós que no admite despedida,
- este aliento colgado en los balcones,
- este virus que al corazón embrida.
- Con esta primavera hecha jirones,
- con esta libertad desguarnecida,
- no se gana esta guerra por cojones.