Amigo Esteban:
En realidad no tengo mucho que añadir a lo ya dicho en aniversarios anteriores. Escrito queda el dolor de la pérdida, la añoranza de los tiempos vividos, el privilegio que supuso compartir contigo aquella parte del camino, el vacío que dejó tu marcha, tan cruel, tan injusta... Escrito queda el desconsuelo que provocó y aún hoy provoca tu ausencia. Grabada está en algún lugar no identificado del alma la rabia infinita contra un destino que nunca debió ser el tuyo.
Cada 8 de diciembre se hace inevitable rememorar la tristeza de aquel momento y vuelve este impulso que me lleva a dejar constancia de un sentimiento que comparto con toda esa gente en la que dejaste una huella que no han podido borrar los 25 años que han pasado desde entonces.
Al escribirlo adivino la emoción de los que aquel día de la Inmaculada del 92 ya intuían, como yo, que el tiempo nunca podría cerrar completamente la herida y que, desde luego, nada podría ocupar del todo ese espacio que dejabas. Ellos fueron testigos y receptores de esa vitalidad tuya, de esa capacidad para contagiar alegría, para generar buen rollo alrededor. Saben de lo que hablo cuando te recuerdo como un tipo que hizo de la sencillez su mejor virtud, que se entregaba con pasión a su profesión, a la radio, a su gente, a su pueblo...Hablo del periodista cabal, del hombre honesto, del amigo leal.
Supongo que el tiempo nos ayuda a entender un poco mejor el valor de ese poso que nos van dejando las cosas que realmente merecen la pena. Han pasado cinco lustros, un cuarto de siglo, que se dice pronto. 25 años que, en mi caso, es ya media vida. Y aunque nada compensa la pérdida, aunque nada puede evitar la amargura de pensar en todas las cosas que la vida te negó, al menos nos queda la certeza del legado que dejaste.
Por eso, después de 25 años, amigo Esteban, sigues por aquí. Tan presente.
El periodista Esteban Perez murió un 8 de diciembre de 1992