Después de muchas dudas me lanzo a la teoría filosófica sin más pretensión que la de romper este mes y medio largo de silencio 'bloguero'.
Proclamo en este punto el valor de la duda, por razones que no vienen al caso y aún a riesgo de interpretaciones atinadas.
La duda como razón de ser, como punto de partida de lo que ha de venir; la duda como bálsamo frente al conformismo.
Algunas de las peores decisiones son producto de las más firmes convicciones. En algunos casos es posible incidir en el error hasta las últimas consecuencias aunque solo sea para apuntalar la firmeza de los valores, de las razones. Puede ocurrir que finalmente surja la duda, aunque entonces es posible que solo sirva para preguntarnos si realmente estábamos en lo cierto. O peor aún, para lamentarnos por lo que pudo haber sido y no fue.
Proclamo la duda como antídoto contra el inmovilismo. La duda como lección vital para entender que nos pasamos la vida eligiendo y, por tanto, asumiendo la renuncia a discurrir por otros caminos, a disfrutar de otros paisajes a besar otros labios.
Proclamo la duda frente a certezas absolutas que nos llevan a pensar que el destino está ya escrito detrás de esa puerta que no abrimos. La duda que nos invita a subir a ese tren que se detiene en nuestra estación sin fijarnos en más destino que el viaje que emprendemos.
La duda que consigue -al menos en alguna ocasión- que la esperanza pueda más que la experiencia.
La duda que nos da opción al acierto sin privarnos del derecho a equivocarnos.
Proclamo el valor de la duda. Proclamo el derecho a usarla en defensa propia.
Lo malo no es la duda, Lo malo es quedarse con ella,
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