El Tajo en el Puerte San Martín de Toledo el 3 de abril |
Peor aún, el trasvase ahora -como antes- es un instrumento letal contra Castilla-La Mancha y contra la salud medioambiental del Tajo pero en este tiempo se ha dotado además de un respaldo normativo que no tenía y -lo que es más grave- ha sido sometido a las 'leyes' no escritas del silencio.
Las que figuran negro sobre blanco en el papel se pueden cambiar a base de voluntad política; pero hay batallas más difíciles de plantear y no digamos de ganar. El respaldo social pro-trasvase y la unidad se ha mantenido con firmeza invariable en el otro lado del canal artificial. En Castilla-La Mancha, sin embargo, aquel sentimiento -que no era contra nadie sino de autodefensa ante una agresión palmaria- se ha diluido casi por completo.
El silencio se impone ante trasvases que se aprueban 'de tapadillo' en plena Semana Santa sin que exista una necesidad real en el Segura y con la Isabela asomando en Buendía.
La ley del silencio esconde fotos y decisiones incompatibles con la defensa del Tajo de quien hace tiempo se afana en otras batallas, como explica en este artículo, con datos y argumentos, Miguel Ángel Sánchez.
El Viernes Santo cuando veía una vez más las aguas cubiertas por espumarajos a la altura del Puente de San Martín recordé una cuña en la radio en la que se afirma -con tono solmene- que en esta legislatura "el problema del agua se ha resuelto" en Castilla-La Mancha.
La Isabela de Buendía en abril de 2015. Foto Guadaque |
No trataré de contrarrestar a los que consideran demagógica la oposición al trasvase. Provengo de tierras próximas a los pantanos de cabecera y eché raíces en otras tierras en las que el Tajo -emblema de una ciudad Patrimonio de la Humanidad- ha dejado de ser un río y se ha convertido en una cloaca. Afirmo ahora, como antes, que es imposible conciliar los intereses -legítimos- del Levante con los de eso que llaman 'cuenca cedente' y que en realidad es una cuenca expoliada. Creo que el Tajo solo podrá volver a ser un río cuando -al margen de medidas estrictas de depuración- pueda ver pasar de nuevo por su cauce el agua limpia que se marcha por el canal artificial. Y sostengo que no es demagogia sino engaño manifiesto pretender hacer creer a los ciudadanos de esta región que se ha logrado un acuerdo que "beneficia a todos" porque esta obra faraónica se construyó sobre una enorme mentira: llevar agua que sobra en un territorio a otro en el que falta.
En Castilla-La Mancha no sobra el agua porque sus gentes tienen tanto derecho como las de otros territorios a disponer de recursos que permitan el progreso y el desarrollo.
No creo que sea alejarse de la realidad afirmar que en aquellas tierras a las que llega el agua limpia de Entrepeñas y Buendía tiene al alcance el agua desalada. Y si bien es innegable -para desgracia del Tajo- que el canal de 300 kilómetros es una realidad, no es menos cierto que las desaladoras también lo son y sin embargo no parece haber grandes reparos en mantener apagadas esas instalaciones en las que también se realizaron notables inversiones. Alguien podría pensar, echando mano de una incuestionable dosis de demagogia acuática, que las están reservando para cuando el barro sea la única huella de lo que otrora fuera el 'Mar de Castilla' y el Tajo una línea pintada en los mapas de geografía de la Península.
Pero uno cree que la verdadera demagogia es aquella que pretende dar por cierto que se pueden defender los mismos intereses firmando en 2007 a favor de la caducidad del Tajo-Segura en 2015 y amparando la perpetuidad del trasvase en 2014 con un Memorándum que además coloca la llave de paso en el otro lado del canal.
Si la guerra ha terminado será porque al Tajo lo han dejado cautivo y desarmado. Ya es bastante doloroso asumirlo como para que quieran hacernos creer que Castilla-La Mancha ha ganado.