El coronavirus nos dejó un oxímetro en el cajón y Filomena una pala en el garaje. Hay utensilios que no conocíamos y herramientas a las que no habríamos encontrado utilidad en condiciones normales. Es lo que tienen las pandemias mundiales y las nevadas históricas seguidas por temperaturas polares.
Entramos en el nuevo año con ansías de cambio de ciclo, pero seguimos cabalgando a lomos de la convulsión y la incertidumbre. Aderezamos estos tiempos insólitos poniendo también nuestra propia dosis de sorpresa a la receta con la que desafiamos miedos pero también alimentamos sueños en el tránsito por este 2021 que nos mantiene en vilo.
Salimos a navegar en medio de la tempestad agarrados con fuerza a la barandilla para soportar el vaivén del oleaje y tratamos de mantenernos firmes en cubierta, convencidos de que el horizonte -más pronto que tarde o más tarde que nunca- nos mostrará la silueta de una orilla propicia para naufragar.
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Avanza enero sin prisas pero con pausas. Le ponemos un toque de locura a la razón que nos aplasta, nos abonamos a la moderación apasionada y a la prudencia edulcorada. Disponemos el plan metódico ante la ofensiva que ha de llegar y desplegamos la artillería sobre el gran Muro de Poniente para hacer frente al inminente asalto de los caminantes blancos.
Con la pala podemos despejar el camino, aunque tiene escasa utilidad frente a los patinazos en las placas de hielo y poco puede hacer para combatir el peligro de los chuzos de punta que cuelgan de las cornisas. El oxímetro mide la saturación de oxígeno en la sangre, aunque no dice gran cosa -seguramente nada relevante- sobre la pasión que recorre nuestras venas.
Entre pandemias y temporales algo hemos aprendido en estos meses, aunque todavía no lo sepamos. Tal vez por eso, ni siquiera aspiramos a explicarlo, al menos por ahora. Ni el oxímetro nos puede librar de la Covid19 ni la pala de las tormentas feroces de nombre grotesco, pero a veces las pequeñas cosas se convierten en un enorme aliado frente a las más grandes adversidades. En algunas ocasiones los detalles minúsculos, los aparentemente más sencillos, son los que dan grandeza al relato, a esa parte de la historia que siempre está por escribir.