A mi llorado y añorado Esteban Pérez le gustaba recordar que el periodista no debe ser protagonista de la noticia. A los que llegamos a este territorio -ahora inhóspito- sin más impulso que la vocación nos cuesta enfrentarnos a ese dogma,.
Quiero pensar que, también en este caso, habría recibido un buen consejo, o una colleja; en todo caso, habríamos tenido ocasión de debatir, de discutir, de discrepar o hasta de ponernos de acuerdo.
Viene esto a cuento porque cuando Esteban se nos fue andábamos descubriendo la telefonía móvil y el fax aún nos parecía un avance tecnológico revolucionario. No podíamos imaginar todo lo que estaba por llegar, pero tampoco todo lo que se iba a llevar por delante este tiempo de redes y enredos.
El preámbulo es solo una excusa. Sería complicado explicarle que ando buscando la manera de lanzar un mensaje de agradecimiento colectivo destinado a los que estos días me han hecho llegar su cercanía sin que eso suponga una excusa para volver a enfangarnos en batallas estériles que solo conducen a la melancolía.
Me decido por el blog buscando la ventaja que otorga jugar el partido de vuelta en casa; hace tiempo convertí este espacio en un terreno suficientemente difuso y de ambigüedad más o menos calculada, al servicio de interpretaciones tan difusas o ambiguas como la propia reflexión.
En realidad lo que estaba buscando es la manera de proclamar, sin que suene a excusa, que a veces a uno no se le ocurre nada mejor que el silencio para acallar el ruido.
Seguramente a Esteban podría explicarle con otras palabras que este mensaje no es más que un alegato en defensa impropia sin más pretensión que proclamar el valor de los detalles minúsculos, capaces de alcanzar la dimensión de grandiosos en función del momento en el que llegan.
En cuanto acabe el cursillo para aprender a escribir entre líneas será más sencillo explicar estas cosas.