Mañana de niebla en Jorquera, Albacete |
2016 nos ha curtido en esa destreza natural que a algunos -es el caso- nos lleva a tropezar una y mil veces en el mismo canto. Hemos despejado incógnitas, hemos sembrado dudas, hemos amado por encima de nuestras posibilidades, hemos abrazado menos de la cuenta y nos hemos dejado querer, incluso sin querer.
Hemos caído en las garras de la procastinación y hemos abierto la puerta a la soledad cada vez que se pasó por casa a visitarnos. Hemos nadado en los mares de la torpeza hasta morir en la orilla y seguimos buscando el antídoto contra la picadura de la cobra. También aprendimos a volar sin levantar los pies del suelo y ellos -los que siempre están- han seguido al lado. Menos mal.
Hemos puesto las ies sobre los puntos y hemos comprobado de nuevo que, con la edad, la paciencia es una virtud en retirada. Será por eso que cada vez somos más intransigentes con los que nunca se comprometen, con los que siempre te comprometen, con los que nunca dicen lo que piensan, con los que nunca piensan lo que dicen, con los que lo saben todo, con los que no quieren saber nada.
Hemos alimentado sueños imposibles y hemos renunciado a otros que una vez creímos rozar con la punta de los dedos.
Nada especial, como ves, amigo Jorge. Lo habitual para recibir a este 2017 que se nos viene encima sin tregua y sin remedio, pero con vino y rosas por compartir, con paisajes que descubrir y con besos que esperan ser rescatados.
Empezamos el año instalados definitivamente en la provisionalidad, que visto lo visto habrá que asumir como el estado natural de las cosas.
En general leo y percibo estos días más sombras que luces en los balances de lo vivido y en las perspectivas de lo que nos espera. Pero conviene recordar que el sol casi siempre acaba por abrirse paso entre la niebla. Sin dejar de lado otra cuestión que tal vez no valoramos lo suficiente: seguimos aquí para contarlo. Que no es poca cosa.