Aún quedan en algún rincón del trastero unas pocas carpetas que lograron sobrevivir a tempestades y naufragios. Guardan apuntes de un tiempo en el que casi todo estaba por escribir. Y con ellos, aquellos sueños que también nos sirvieron para afrontar los exámenes más complicados.
En la Facultad de entonces, como ahora, no aprendes a ser periodista; en realidad eso no se aprende nunca aunque cada día sea una nueva lección. Tal como lo recuerdo, la experiencia universitaria servía fundamentalmente para alimentar vocaciones o, según el caso, para sofocarlas.
Han pasado 25 años y Marisa, la misma que tiraba del grupo entonces, se ha subido de nuevo a las tablas para poner en escena 'El reencuentro'.
Fuimos universitarios sin móviles, sin internet, sin correos, sin redes sociales... Pero teníamos los apuntes y ya se habían inventado las fotocopiadoras. Cinco lustros después, si nos fijamos un instante, podemos leer entre líneas que era mucho más lo que compartíamos en esos folios. Incluso los borrones más negros de algunas de aquellas páginas han dejado lecciones vitales.
'El reencuentro' me ha recordado que seguramente no le di todo el valor que tenían entonces los apuntes. Supongo que eso no se compensa con unas pocas líneas en un blog, pero dejo aquí constancia de una gratitud sincera por esta huella que ha quedado; aunque no puedo evitar la sensación de que también hay algo de lamento por tantos momentos no compartidos en estos años.
25 años, así, de golpe, de repente, sin avisar, sin anestesia... En todo caso, las arrugas y las canas son un buen antídoto contra el pudor y hasta apetece confesar que hay emociones que no puedes ni quieres contener; ocurre con personas a las que seguramente quieres mas de lo que tu mismo pensabas. Escrito quedó en los apuntes.
Pd. Chicas, sois y estáis estupendas