Vuelvo al Tajo. Con la mala conciencia de quien no puede evitar la sensación de implicarse menos de lo que debiera en esta causa. La resignación -también en esto- es el camino más directo hacia la derrota.
Vuelvo al Tajo después de leer un artículo de Ramón Lobo sobre la visita del Papa a los refugiados de Lesbos que termina así: "... Denunciar no evita las injusticias, pero la persistencia de una voz que grita puede llegar a despertar a la sociedad. Martha Gellhhorn, que cubrió como periodista la Guerra Civil y el desembarco de Normandía, pronunció una frase que resume la exigencia de incordiar siempre al poder, lo tenga quien lo tenga: "Tiro piedras en un estanque, no sé qué efecto producen en el agua, pero yo al menos tiro piedras".

Hace unos días cayó en mis manos un suplemento especial de 24 páginas en color publicado en ABC en el que se glosan los maravillosos efectos del trasvase Tajo-Segura con motivo de su 37º aniversario. Todo un muestrario de poderío económico y mediático. "El agua que nos une" es el título y le sigue todo un despliegue de datos y decenas de opiniones (todas favorables) sobre la maravillosa obra de ingeniería. "Ojalá todas las obras fueran tan rentables como el trasvase" dice orgulloso el presidente del Sindicato Central de Regantes. Y seguro que no le falta razón. El agua del Tajo ha creado riqueza (ese suplemento especial que debe costar una pasta es un buen ejemplo) mientras los pueblos de la cabecera se resecan y sus opciones de desarrollo se hunden en el fango; la rentabilidad del trasvase es un hecho en la cuenca que ha hecho suya el agua mientras en su cuenca natural el río se ha convertido en cloaca.



Así de perversa es la lógica que nos ocupa: el agua crea riqueza, que a su vez genera poder. Alguien que se dejase llevar por la demagogia podría aludir aquí al terreno abonado para la compra de voluntades. Sin llegar a eso, resulta incuestionable que ese poder genera influencia política y social; la primera sirve para consolidar legalmente el expolio y la segunda para trasladar a la opinión pública la insolidaridad de aquéllos que reniegan -aunque sea tirando piedras al agua- de tan grandiosa, patriótica y rentable obra.