
Este 24 de mayo se deciden muchas cosas, pero algunas ya están escritas y no hay elecciones que puedan cambiar la huella que deja lo vivido.
No me moveré ni un milímetro de la consideración que me merecen los que han pervertido la profesión periodística y han convertido los Informativos de la Radio y la Televisión pública de Castilla-La Mancha en un esperpento. Las urnas tiene mucho que decir este domingo, pero hay cosas que ya están decididas; ya se han colocado en el lugar que les corresponde los que han ideado, ordenado, alentado y ejecutado tan infame episodio.
La jornada electoral es un fiel reflejo de esa obra perversa: Los ciudadanos de Castilla-La Mancha pagan con sus impuestos una Radio y una Televisión pública de la que no podrán fiarse cuando este domingo quieran saber lo que ha pasado porque han hecho de la mentira y el engaño su razón de ser.
Por eso se mezclan sensaciones de amargura y alivio en estas horas de reflexión. Amargura inevitable porque, en tan trascendente momento, los que somos y nos sentimos periodistas quedamos apartados de una tarea a la que nos llevó la vocación y a la que seguimos tratando de guardar el respeto que merece. Y alivio porque precisamente lo que 'sobra' este domingo en la Radio y la Televisión pública es periodismo; porque la información ha dejado de tener sentido y lo único que cuenta es el servilismo más rastrero y zafio.
El orden jerárquico establecido es directamente proporcional a la carencia de escrúpulos. Con ese mismo criterio eligen a los colaboradores necesarios en esa labor de fabricar una 'realidad paralela' y por eso estarán a su lado los que -salvo honrosas excepciones- participarán sin rechistar del engaño.
Quede constancia de mi reflexión personal por si mañana alguien tiene la tentación de interpretar los votos como el refrendo a una manera de hacer que ya está juzgada y sentenciada.