No es cierto que el tiempo ponga las cosas en su sitio. El tiempo es testigo de los cambios, el envoltorio del orden o el desorden, del equilibrio y del caos, de lo que pasa en definitiva, pero poco o nada puede aportar al estado general de las cosas. Tampoco es cierta esa otra atribución que le damos al tiempo, la del bálsamo eficaz para curar las heridas, las del 'alma' se entiende. Hay ausencias irremplazables, rupturas traumáticas, reconciliaciones catastróficas... Hay dolencias amorosas incurables y amores inasequibles al desaliento. Y hay también miles o millones de situaciones inexplicables con sus ramificaciones y consecuencias incontrolables.
Al tiempo recurrimos como excusa, como argumento, o como parapeto en el que esconder nuestra falta de determinación. Pensamos que estamos a tiempo de todo para terminar alegando que no nos ha dado tiempo a casi nada. Por eso tenemos cierta tendencia a convertir el tránsito entre el año que acaba y el que comienza en un refugio frente a la mala conciencia que nos provoca la tarea que hemos dejado por hacer. Y casi inmediatamente en un estandarte al que agarrarnos para adentrarnos en el nuevo año con renovadas ilusiones.
Viene a cuento la cuestión como recurso socorrido en estas fechas pero también por la influencia de la serie 'Los Años Nuevos'. Abro paréntesis: Una de las cosas que me han impactado -fíjate la tontería- es que terminé de verla el día 1 de enero casi al mismo tiempo en el que acaba también la acción del último capítulo de la serie. Algo así como un falso directo, pero en una obra de ficción. Que pensando en ello me parece que a los guionistas de Cuéntame se les ha escapado un final antológico, con Antonio y Merche (muy mayores claro) sentados en el sofá de la Residencia viendo el último capítulo de la serie de la que ellos son protagonistas.
Le han llovido los elogios a 'Los Años Nuevos' y yo suscribo muchos, aunque no todos. Pero más allá de cuestiones técnicas, de las interpretaciones y de la propia historia que se cuenta me quedo con la manera de contarla. 10 años, uno por capítulo, situados en Noche Vieja y una relación central de pareja sobre la que giran otras. Algunos acontecimientos determinantes del relato ocurren lógicamente en el momento que vemos, pero otros muchos que nos permiten entenderlo suceden en todos esos meses que transcurren entre una Noche Vieja y otra. Y otros solo se intuyen o quedan abiertos a interpretaciones. No sé si es lo mejor de la serie, pero me quedo con la formula -aparentemente sencilla- con la que resuelve esa cuestión tan compleja que es el paso del tiempo y lo que hacemos con nuestras vidas mientras disponemos de él.
Muy recomendable en todo caso. Te deja con las ganas de saber cómo estarán las cosas la próxima Noche Vieja. Será tal vez porque ese tiempo al que le comenzaba quitando la capacidad de decidir, tiene sin embargo la última palabra para enseñarnos hasta qué punto las cosas están o no en su sitio.
Empieza 2025 y queremos que sea un buen año. El tiempo dirá.
Cuánto tiempo sin leerte! Espero que este tiempo nuevo que ahora empieza, hagas un hueco en tu tiempo diario y nos dejes entrar, por un tiempo, en tu blog. Un abrazo
ResponderEliminarMuy buenas reflexiones. La abuela Dorotea decía: El tiempo lo canta to!! Y casi siempre duele ser verdad.
ResponderEliminar"Me pregunto si he cambiado en la noche.
ResponderEliminarDéjame pensar. ¿Era la misma persona cuando me levante esta mañana? Casi pienso que puedo recordar sentirme un poco diferente. Pero si no soy la misma persona, la siguiente pregunta es ¿quién soy en el mundo?”
El tiempo no es la causa principal pero sí la necesaria para poner las cosas en su sitio.
Ya lo de decía Shakespeare : es tan perfecto el tiempo, que al último siempre nos acaba dando la razón.